lunes, 14 de abril de 2014

Perfil inacabado de una artista en cliché

María Antonia, 28 años. Hija única, formada en Bogotá donde vivió hasta convertirse en bachiller. El futuro nombramiento de su padre como diplomático agregado les obligo a moverse entre Luxemburgo y Londres. Recita de memoria versos de Lord Byron y William Blake. Amante de Diane Arbus, jamás seguiría a Man Ray. Le aburren las fogatas con guitarra, prefiere retratar mujeres. Obtuvo el grado en artes plásticas del Royal Art School of London. La enferma el jazz en Cortázar, corredora inalcanzable, se aleja de Manhattan, también de Charles Bukowsky. Preferencia en el grafito y los colores pasteles. Le agrada recibir postales. Habla perfecto el alemán. Apoda de miserables al círculo de artistas latino-franceses. ¿Cuál es el concepto de vanguardia? En una temporada en Zúrich se enamoro perdidamente de un curador yugoslavo performance, a quien conoció por las galerías de Berlín. Hace seis meses regresó a Bogotá, decidida a tomar nuevos proyectos para enfrentarse a recomponer su historia. La intrigan las fuerzas de voluntades veganas y las sombras. Su verdadera pasión se la entrego al cubismo.

Tiempos de grises colores la obstinaron en preparar un lienzo, desacostumbrar lugares comunes, animada en la propuesta de independizar su obra. Esa tarde, dejó correr aleatoriamente el sonido por entre sus audífonos Marshall. Prefirió caminar la avenida mientras descifraba la ruta. Avanzo tres cuadras para llegar a la esquina de la torre, giro hacia la derecha, subió por las escaleras del parque. Convencida por su instinto llego hasta el mirador, en la austeridad de la grama recapituló sus primeras motivaciones en arte. Se detuvo un instante en su niñez, prólogo experimental de la nostalgia, punto de partida de su identidad. Palpitaba con placer el volver a casa, recordó las fiestas de abandonar costumbres, la tranquilidad que le producen los parques. Su música desbordada en material de liberada dependencia. Se alejó del mirador. Una sonrisa dio sentido a sus emociones, perceptoras subjetivas de su propia historia. Avanzó hacia la izquierda entre calles para llegar a la esquina de los libros. Sentada en un largo y viejo sofá bebió lentos sorbos del chocolate caliente, mientras descubría la portada de los bienes terrenales del hombre.


Vestida de luna la tarde, junto a la ventana su estudio, María Antonia descendió la mirada hacia el barrido de carros que diez pisos más abajo atravesaban la ciudad entre la lluvia hacia plurales direcciones. La luz del escritorio funcionaba como espejo, la conquista individual encontró su independencia. Sacó de su bolso la hoja que habia utilazado en la jornada y en la esquina inferior derecha escribió a letra cursiva la palabra autoretrato.  


Blue-moonday

El Capitán